A veces, los mejores descubrimientos son producto de la casualidad o de un error. Lo saben bien los científicos de todas las épocas. Olvidos en el laboratorio que han cambiado el rumbo de la investigación. Salvado las distancias, es lo que les ha pasado a los hermanos Álvarez Alonso.
En su bodega, Melwa, la que pusieron en marcha Melquiades y Waldo, se produce no sólo vino con marchamo de calidad, también el primer vinagre de León. Que tenía esta tierra fama pero no producto.
Una producción limitada de un delicioso caldo que no va destinado a las copas sino a los platos. Es además el primer vinagre, que se sepa, hecho con verdejo, la uva blanca que alimenta este licor de fermentación para condimentar.
Lo que pasó en el depósito de mil litros pertenece al secreto de familia. Lo que sucedió después sí se sabe. Que el depósito se cambió de bodega, que estuvo separado para no ‘contagiar’ al resto de los caldos, que estuvo en soledad, reposando, tres años y que el enólogo de la bodega le dio el visto bueno después de probar su sabor, aroma, color y textura.
En contra de la opinión de todos sus hermanos, Carlos continuó con la aventura. Quizá tampoco confiaba en qué iba a terminar todo aquello. Pero todo aquello acabó embotellado, con una elegante etiqueta y comercializado. En los ‘estantes-boutique’ de los principales supermercados leoneses, en las tres tiendas de El Serranillo y en la ‘delicateserías’ como Azafrán (Villabenavente, 15). Y próximamente en El Corte Inglés y más allá de las fronteras provinciales.
A veces, una sola casualidad no basta. Y se necesitan dos. O tres. La segunda para Carlos Álvarez fue otro Carlos, comercial de la portuguesa Amorim Hermanos, el mayor proveedor occidental de corchos. A él le dio una botellina de su nuevo vinagre y él se la dio a su mujer. Sobre la ensalada, o mezclada con ella, el sabor dulce, suave, único del verdejo. Mucho mejor que la manzana, dicen quienes lo han probado. De regreso a la bodega leonesa, les pidió a los hermanos Álvarez otra botella.
La tercera casualidad también vino en ayuda. Lo que iba a ser vino era un caldo semi dulce. De ahí quizá el exquisito sabor de este vinagre leonés.
Meloso, se llama. Y con razón. Tiene una acidez de 6 miligramos por cada cien litros y 9 grados. Las cuatro mil botellas de verdejo leonés convertido en vinagre de milagroy enfrascados en botellas de cuatro de litro se venden a tres euros. Y saben a poco.